El Museo del Prado se llama oficialmente Museo Nacional del Prado. El significado de nacional se interpreta aquí como patrimonio de la nación, es decir, que pertenece a todos los españoles, sin embargo, no siempre ha sido así.
Inicialmente, cuando fue inaugurado en 1819 bajo el reinado de Fernando VII, el Museo se llamó Museo Real de Pinturas. Se dejaba claro pues, que se trataba de un museo del rey, que abría su colección al público. De hecho, incluso en el edificio de Villanueva se reservó un gabinete de descanso para él y sus familiares (hoy la sala 39), que poseía su propio retrete.
El primer paso hacia la nacionalización fue dado por iniciativa de la propia reina, Isabel II, hija de Fernando VII. En una ley de 1865 se decidía adscribir una serie de bienes a la Corona, entre ellos el Real Museo de Pinturas y Escultura. De esta manera, este patrimonio se hacía indivisible y pasaría en herencia de un monarca a otro, evitando así su disminución o pérdida. Ha de saber el lector que era costumbre vender o subastar las colecciones de arte cuando sus propietarios morían, también en el caso de algunos reyes.
Posteriormente, en 1868, la Revolución Gloriosa terminó derrocando a la reina Isabel II que se exilió a París. Tras ello el nuevo gobierno dictó otra ley (1869) que resolvió extinguir el patrimonio de la Corona, que pasó así al Estado. Por tanto, hemos de entender que fue entonces cuando el Museo del Prado comenzó a ser propiedad de todos los españoles. Pese a ello, la constatación de la nacionalización vino en 1876 con la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII. Entonces se devolvieron de nuevo algunos bienes a la Corona, pero no el Museo del Prado, que siguió su periplo nacional hasta hoy, cuando seguramente se ha convertido en una de las instituciones más queridas por los españoles.