5. Baby, baby


Si tuviera que elegir un lugar para morir, sin ninguna duda elegiría éste. Desde aquí la ciudad es diferente, tan bella…

Desde que aprendí a volar vengo aquí a menudo. Abandono la aburrida sala del hospital y vengo aquí arriba, a lo más alto. Me fascina mirar ahí abajo y ver desfilar los coches a lo largo de la avenida. Mis penas desaparecen cuando estoy aquí subido, junto a los pájaros, las nubes y los aviones; con el viento enredándose entre las plumas de mis alas. Me encanta contar los barcos que se pierden por el horizonte volviéndose cada vez más chatos y azules. Aquí me siento tan poderoso como Batman en lo alto de Gotham City.

Al principio me daba un poco de vértigo, pero pronto me fui acostumbrando. Hay días de tormenta en los que el cielo se oscurece por completo. Entonces los relámpagos dibujan venas en el cielo e instantáneamente desaparecen por entre las cúspides de los edificios. El estruendo hace que todo tiemble a mi alrededor y yo grito. «¡Aquí estoy! ¡Aquí estoy!». Lo grito con todas mis fuerzas, mientras agito mis brazos. Grito: «¿A qué esperáis putos rayos?» y «¡Que os jodan!». He de confesar que en esos momentos siento algo de miedo, pero también que me siento más vivo que nunca y no puedo resistirme a permanecer aquí sentado hasta ver aparecer el arcoíris gigantesco.

Este es un lugar magnífico. Ahora que lo pienso, la mayor parte de mi vida ha transcurrido en sitios anodinos. De hecho, no he viajado mucho. Una vez estuve en Londres, pero en aquel tiempo tenía solo doce años y los lugares me eran indiferentes. Recuerdo que al recorrer esa ciudad alguien indicó «allí es donde tocaban Los Beatles», pero yo ni me inmuté porque a mí por aquel entonces Los Beatles me la traían bastante floja, prefería los McDonald’s.

También he estado en Italia. Por aquel entonces tenía dieciséis años y pensaba que ya lo sabía todo. Fue en ese país donde comencé a ser consciente de que no todas las ciudades eran iguales. Sí, fue en Italia fue donde me di cuenta de que no solo las chicas podían ser bellas. La belleza podía estar en todas partes, tras los rincones más inesperados. Aún pienso a menudo en Venecia. Cuando lo hago, recorro el Canal sobre la cubierta de uno de aquellos pequeños barcos mientras que Bono canta aquello de «baby, baby, baby light my way» y la bruma se condensa en mi cara y resbala por mis mejillas.

Sí, definitivamente las estrellas se ven desde aquí de un modo diferente. Sí, definitivamente estoy más vivo que nunca.

Siguiente capítulo: El grupo


[1] La canción a la que se refiere es Ultra Violet (Light my way). Actung Baby. Del grupo irlandés U2, 1991.


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