Hora 0. El jardín de las delicias.


Cerdo no lo había tenido fácil. Había accedido al museo algo tarde. La cola en las taquillas se había prolongado durante diez minutos y aunque entraba dentro de los límites previstos, ahora tendría que darse prisa para llegar hasta el cuadro.

Acababa de entrar por la Puerta de Jerónimos y ahora se encontraba en el control de seguridad. Apretó fuertemente sus mandíbulas. El vigilante de seguridad le había hecho volver a pasar por el arco por segunda vez. Por supuesto todo eso estaba previsto. El señor Jones le había insistido varios meses antes durante la preparación del golpe.

—Tendrá que parecer que pierdes la paciencia. Le dirás a los vigilantes que eso ya te ha pasado, que siempre te ocurre lo mismo con ese cinturón. Y sí, cuando te lo quites la alarma ya no sonará. Nadie se ocupará de revisar el cinturón, más cuando tú continuarás con tu cara de pocos amigos.

Si había algo que Cerdo sabía hacer bien era poner cara de pocos amigos. Frunciendo el ceño y con un aspaviento se quitó el cinturón y lo depositó bruscamente en la bandeja donde antes había dejado su móvil y unas llaves. Volvió a atravesar el arco de seguridad y está vez no se iluminó. Luego recogió presto sus pertenencias sin dejar de hostigar con su mirada al vigilante, que, queriendo evitar mayores altercados le retiró la suya y pasó a atender al siguiente visitante.

Nada más dejar la zona de consigna Cerdo torció hacia la derecha a través de un pasillo amplio desde el que se veía un patio acristalado con unas cuantas mesas vacías. El calor era tal que solo a un loco le apetecería hoy sentarse al aire libre, incluso bajo las sombrillas. De nuevo giró para entrar en la zona de exposición. Una vigilante vestida de uniforme negro y pañuelo rojo hacía su ronda. Ambos cruzaron sus miradas por un instante. La sala estaba llena de retratos, pero él no les prestó ninguna atención.

—No entiendo como a la gente le gusta venir a estos sitios —pensó—. Yo, desde luego, iría antes a cientos de sitios. A un parque de atracciones, por ejemplo. Sí, yo estaría una semana entera montado en el barco vikingo.

Sin embargo, Cerdo había visitado el museo muchas veces durante las últimas semanas. De hecho, todos habían visitado y estudiado el museo en las últimas semanas. Primero los planos, luego varios vídeos y finalmente la maqueta que el señor Jones había construido en el garaje. En ella el señor Jones había detallado la situación de más de 2000 objetos, entre pinturas, esculturas, mesas, vasos y joyas.

Y sí, según lo estipulado, él debía entró justo a las 11:54 en la sala de Brueguel el Viejo y a las 11:55 en la del Bosco.


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